Momentos para recordar.

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Podemos volar.

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martes, 1 de mayo de 2012

~Capitulo 3-.



~Capitulo 3-.
-Sabrina despierta. Ya está echa la comida.
-Ammmpf..
-Despierta…
Abrió los ojos poco a poco y se levantó totalmente dormida, sin fuerza apenas por este pequeño detalle. 
-¿Qué hora es?
-Las 14’30h. ¿Ves como te has quedado dormida?
-Bah, da igual. Eso es que estaba agotada.
Se sentó en la mesa. Como de costumbre Sara delante y su padre a la izquierda de Sara, y su derecha, presidiendo la mesa. En la televisión estaban haciendo ‘’Los simpsons’’, un capitulo repetido. Acabó de comer y cogió mi móvil. No había nadie en la red social que solía frecuentar con quien le interesase hablar. Le mandó un privado a su mejor amiga Laura. 
‘’¡CARIÑO!
Tía, que me he tenido que largar de todo, esta mañana sobre las 7 mi padre, yo y Sara nos hemos ido. No aguantaba más, necesitaba un cambio de aires, un lugar donde nadie supiera nada de mi historia, de la de mi familia.
Ni siquiera sé donde estamos, es de locos. Pero por ahora todo está bien.
Te echo de menos Mejor Amiga… cuando lo veas contéstame ENSEGUIDA que nos conocemos ya de muchos años.
Tequiero.’’
Lo envió y cerró sesión. Que tarde más aburrida le esperaba:
-Papa, ¿Sabes donde está mi álbum de fotos?
-No lo sé. Estará en las cajas, ya las iremos desenvolviendo y lo buscaremos.
-Está bien. Me voy a arreglar mi habitación un poco.
-Lo que quieras.
Subió con unas bolsas de basura y el bote de pintura verde con las brochas. Tenía que hacer aquel lugar suyo. Apartó la cama, tiró los posters, excepto el de la foto de la portada de uno de sus famosos discos de Pink Floyd 'The dark side of the moon', lo puso encima de la cama, al igual que un peluche que quería quedarse, era un conejito blanco con el interior de las orejas verde con flores, le recordaba a uno que le regaló su abuela antes de fallecer. Abrió el tragaluz para que entrara la brisa de aquel día mientras se recogía el pelo para ponerse a ello. Pintó todas las paredes a excepciónde una que era de madera, parecía que fuera de un buen árbol pero quizás demasiado oscura, aunque quedaba perfecto con el parquet del suelo. El colchón estaba bien a diferencia de la cama, lo que hizo que que decidiese tirarla y,para dormir aquella noche, poner una manta bajo el colchón.
-¡Papá! – gritó desde su habitación-.
-¡Dime!
-¡Sube a ayudarme!
-¡Voy!
Subió en un momento y le ayudó a tirar la cama junto con la bolsa de basura. Aquel sitio ya era más suyo de lo que pretendía
-Papa, me voy a la ducha ¿Sabes donde está Sara?
-Sí, está arreglando su habitación también. Échale una mano.
-Vale. 
Fue a ver como iba para quedar atónita de como estaba quedando: Las paredes moradas junto con una cama en medio con algunos peluches de ella; un armario grande que podría decirse que ocupaba más de media pared, a Sara siempre le han gustado las cosas así, suficiente espaciosas para llenarlas. Ella dibujaba su nombre con permanente negro sobre la pared, tenía buena caligrafía y sabía dibujar muy bien por lo que quedaría perfecto.
-Está preciosa Sara.
-Lo sé. Ya me siento cómoda en esta habitación. Antes era muy blanca.
-Sí, la mía era igual, tenía algunos posters y unos pocos peluches rotos y sucios.
-Esta era totalmente blanca, con la cama blanca, y el armario de madera. También tenía ese cuadro de ahí. -Se giró para señalar un cuadro de grandes dimensiones que representaba una escena campestre junto con caballos.- Es bonito, pero quiero ponerlo encima de la cama.
-Si quieres, te ayudo.
-Vale.
Cogieron un clavo y un martillo para ponerlo en la pared, atando una cuerda al cuadro para más tarde colgarlo. 
-Queda genial.
-Sí,  ahora solo queda que rellene un poco la habitación con muebles. Mi mesa, el sofá, mi teléfono, mis libros, todo.
-Sí, pero eso hasta que no acabemos con las cajas será difícil.
-Ya... hoy lo dejaré así y continuaré con la pared, quiero dibujar más cosas.
-Está bien. Voy a darme una ducha que creo que la necesito, me siento llena de suciedad.
-Adiós.
Se metió en la ducha y se relajó, estaba cansada se había pasado toda la tarde pintando y arreglando aquel lugar. Era ya casi la hora de la cena por lo que acabó de ducharse y se vestió con una camiseta larga con un dibujo de una medusa y unos pantalones largos viejos con mis chanclas. Se peiné y se sequó el pelo, la verdad, tenía que cambiárselo un poco, ese moreno oscuro no le sientaba nada bien. Tras un suspiro y observarse detenidamente se hizo una coleta para bajar a la cocina:
-Papa, ¿Siempre estás aquí metido?
-No, pero tendré que haceros la cena ¿No?
-Sí... bueno escucha, que mañana me iré al centro comercial y me iré a la peluquería, ya que cambió de vida, cambio de peinado ¿Te parece?
-Hija, tienes 16 años, puedes hacer lo que quieras, pero dentro de un límite.
-Me iré cuando me despierte para estar aquí a la hora de comer.
-Vale.
-Papa, yo no tengo hambre, no me hagas nada para cenar. Me voy a ver la televisión.
-Vale. Si te duermes te despertaré cuando me valla a acostarme.
-Eso espero, que creo que eres lo suficiente capaz como para dejarme ahí tirada horas.
Le mira con una sonrisa y niega tras darle un beso en la mejilla, caminando hacia el sofá para poder tumbarse y ver un rato alguna serie policíaca de las que tanto le gustaban.
Tras unas horas de sueño, alguien logra despertarla de aquel estado casi mágico.
-Sabrina… despierta hija. Son las 12, ve ala cama.
-Ammpf..
-Venga, que es tarde.
-Voy… –Dijo con una voz demasiado dormida-.
-Venga, te ayudo.
Le cogió las piernas bajándolas del sofá, mientras le cogía de los brazos y le ayudó a levantarse. Subió a la habitación con lentitud, no se puede esperar demasiado de alguien que acaba de despertar, por lo que tardó unos minutos en descansar sobre su cama.




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